El esplendor de la verdad
Para conocer tu fe y la Iglesia que Cristo fundó
La Eucaristía

LA SANTA EUCARISTÍA

 

         Hoy vamos a hablar sobre la Eucarístia, y para ello vamos a estudiar el pasaje del evangelio de san Juan capítulo 6, y versículos 53 al 54. Este pasaje es muy controvertido. Los católicos damos una interpretación radical de estas palabras de Jesús; creemos en la presencia real de Cristo en la Eucarístía, esto es su presencia física y material: cuerpo, sangre, alma y divinidad. Si todos los católicos del mundo creyeramos verdaderamente esto transformaríamos este mundo. La presencia real de Cristo en la Eucaristía es una realidad que el mundo busca y necesita saber que es cierto. La gente tiene una necesidad espiritual muy profunda, por eso es que oyen las voces de diferentes predicadores y les siguen. El ser humano anhela la vida sobrenatural, buscan algo más satisfactorio de lo que tiene. Desafortunadamente los que tenemos la respuesta y la solución a tal necesidad vital del ser humano no estamos respondiendo con sensibilidad a la gente que está buscando incesantemente. Qué triste es ver que la gente está intentando suplir su propia necesidad espiritual, llenar su vacío interior, de formas diversas equivocadas y dañinas; intentan extraer el agua de fuentes secas, que no llenan ni satisfacen realmente.

 

         ¿Han oído ustedes hablar acerca de una secta llamada la Ciencia Cristiana? La mujer que la fundó se llama Mary Baker Eddy. Esta secta niega la existencia real de la maldad, pues lo considera como algo que existe únicamente en la mente, se trata de una ilusión irreal. Había un muchacho de diez años que tenía a su padre enfermo; un hombre que pertenecía a esta secta vino a aquel muchacho y le preguntó “¿qué tal está tu padre?”, y él le contó cómo su padre estaba muy enfermo. El hombre le dijo: “debes darte cuenta, muchacho, que tu padre esta bien, completamente sano; todo lo que está padeciendo está sólo en su mente, pero no es real. Debes hacerle ver que él no está enfermo, sino que todo es su imaginación”  Pasaron unas dos semanas, cuando el hombre se encontró con este muchachito de nuevo, y le volvió a preguntar “¿cómo sigue tu padre?”, y el muchacho le miró y le dijo: “él cree que está muerto.” 

         No importa cuánto creemos en algo, o cuanta fe tengamos en algo. Lo verdaderamente importante es el objeto de nuestra fe, si es verdadero o no. ¿Es aquello en lo que creemos verdadero? En nuestra cultura se suele decir “no importa lo que uno crea, lo importanta es tener fe”. No importa si uno cree que los orangutanes son dioses. Debemos enfocarnos en lo importante: no en nuestra fe, sino en el objeto de nuestra fe… no si creemos, sino más bien en qué creemos.

         Cuando tratamos con el tema de la presencia real de Cristo en la Eucaristía, no hay término medio: o somos idólatras, o sea que estamos adorando al pan como si fuese Dios, o verdaderamente estamos adorando a Dios que se hace real y físico en la apariencia de pan. Esto es serio. Jesús no estaba bromeando cuando dijo “Yo soy el Camino, la Verdad, y la Vida; y nadie viene al Padre sino por mí”. Jesús nos habría engañado si hubiera alguna otra manera de llegar a Dios que no fuese él mismo. Tal declaración de Cristo es radical, como también son radicales sus palabras sobre la Eucaristía:

  “De cierto, de cierto os digo: si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”

 

         Cuando estudiamos el contexto de estas palabras podemos ver claramente y sin ninguna duda que Cristo está hablando de su presencia real en la Eucaristía. Cuando nos damos cuenta de esta verdad, entran ganas de proclamarlo a los cuatro vientos. Si Jesús se materializa en la Eucaristía en verdad, entonces no hay vida aparte de la Eucaristía, no hay vida aparte de Cristo en este sagrado Sacramento.

         Debe ser una prioridad para los católicos el compartir esta verdad con aquellos que lo desconocen. Es muy triste ver que hay tantos católicos que no le dan importancia a este sacramento, que no piensan que es necesario para la salvación. Jesús lo hizo muy claro: se trata de vida o muerte, de salvación o condenación.

         Son muchos los que piensan que Jesús estaba hablando alegóricamente. Incluso hay quienes hacen referencia a Levítico 17:10-14, donde Dios prohibió a Su Pueblo tomar sangre. Dios dijo que la vida está en la sangre; así, pues, Dios prohibió tomar sangre. Dios se estaría contradiciendo a sí mismo si dijese que debemos tomar la sangre de Cristo. ¿Cómo es que la Iglesia Católica interpreta que el creyente toma literalmente la sangre y la carne de Jesús en la Eucaristía? Esto parece un auténtico disparate, desde el punto de vista de la razón, y además por tratarse de una contradicción con lo mandado por Dios. “Jesús hablaba simbólicamente; no hay otra manera de interpretarlo” Yo solía usar estos argumentos en contra de la Iglesia Católica cuando yo era protestante. Yo solía decir a los católicos  “¿Ustedes creen que cuando Jesús dijo en la última cena “esto es mi cuerpo”, que Jesús estaba tomando en sus propias manos su propio cuerpo?”. Los católicos no sabían qué responder. Sólo una vez hubo alguien que me contestó; él me dijo “sí, lo creo… ¿Acaso crees que Dios no puede hacer eso?”. Y yo respondí “Bueno, sí, Dios podría hacerlo, pero eso es una locura.” En verdad el amor de Dios parece una locura. La Eucaristía es una forma en la que Dios dice “Estoy loco por ti… te amo…” . Claro que aquí no estoy hablando de padecer demencia, estoy diciendo que el amor de Dios va más allá de lo humanamente razonable, y eso se refleja en el hecho de que Cristo se materializa en la Eucaristía.

         ¿Cómo podemos reconciliar el hecho de que Dios prohibió tomar sangre con las palabras de Jesús al decir que debemos beber su sangre?

 

         PRIMERO: Cada mandamiento nuevo del Nuevo Testamento substituye a un mandamiento antiguo del Antiguo Testamento. Por ejemplo, en  Deuteronomio 24:1 Moisés permite el divorcio. Sin embargo, Jesús elevó el matrimonio a la categoría de sacramento, y en Mt. 19:8 él dice: “Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así…” El eliminó toda posibilidad de divorcio o de nuevo matrimonio lícito. Puede que muchos no estén de acuerdo con esto, pero Jesús lo hizo claro, que no hay ningún segundo matrimonio lícito, mientras el cónyuge viva. San Pablo, en I Cor. 7:10-11 lo pone incluso más claro. Pablo ahí nos da una interpretación infalible de Mt. 19. El que se divorcia y se casa de nuevo, está viviendo en adulterio.

De este modo vemos que Jesús dio un mandamiento nuevo que reemplazó al mandamiento antiguo.

 

         SEGUNDO: Hemos dicho que en Levítico 17:10-14 Dios prohibió el tomar sangre. Los versículos 10 y 11 dicen así:

 

  “Si cualquier varón de la casa de Israel, o de los extranjeros que moran entre ellos, comiere alguna salngre, yo pondré mi rostro contra la persona que comiere sangre, y la cortaré de entre su pueblo. Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona.”

 

         Jesús no violó este mandamiento de Dios al decir que tenemos que tomar su sangre, pues él no nos dio su sangre a estilo caníbal. El nos da la substancia de su cuerpo, sangre y divinidad en la apariencia de pan y vino. Substancialmente, el pan deja de ser pan, y el vino dija de ser vino. Sin embargo, los accidentes, o sea: su sabor, su textura, color, tamaño, permanecen. Un famoso apologista protestante decía: “Esa terminología pertenece a la Edad Media. Es un lenguaje aristotélico que usó santo Tomás de Aquino. Términos tales como “accidentes” y “substancia” no se pueden aplicar a lo que enseñó Jesucristo mucho antes de que este tipo de lenguaje fuese usado en la Iglesia.”  Bueno, lo mismo se podría decir en cuanto a la Trinidad de Dios. ¿Dónde encontramos la palabra Trinidad en la Sagrada Escritura? No aparece allí. De hecho el primer autor que usó ese término fue san Teófilo de Antioquía en 181 d.c. Sin embargo, todos aceptamos el concepto y la palabra Trinidad… ¿por qué?  Porque es un término que describe la realidad de lo que es Dios. Del mismo modo, estos términos aristotélicos que usó santo Tomás son los mejores términos que tenemos para describir la realidad del cambio misterioso que se produce en la Eucaristía.

         Volviendo al punto que estamos compartiendo: incluso si Levítico 17 estuviese aún vigencia hoy en día, y estuviésemos obligados a guardar el mandamiento de no ingerir sangre, Jesús no estaría violando tal mandamiento, pues no nos dar su cuerpo ni su sangre de forma canibal.

 

         TERCERO: ¿Por qué condenó Dios el tomar sangre en Levítico 17? “Porque la vida está en la sangre”. La sangre es sagrada, porque en ella está la vida. Esto lo sabemos bien desde el punto de vista médico. En las culturas paganas se ingería sangre de los animales. La idea era: por ejemplo, si alguien quiría ser fuerte bebería la sangre de un toro, pues así estaría participando de la vida del toro, incluyendo su fuerza física. Cuando hablamos de que Jesús nos da a beber su sangre, tenemos una situación única. La vida de Jesús está en su sangre; al tomar su sangre estamos tomando o ingiriendo su misma vida dentro de nosotros. El dijo “si no coméis la carne del Hijo del Hombre y bebéis su sangre, no tenéis VIDA en vosotros”. Recordemos que Jesús dijo “yo soy la Vida”.

         Hay varias palabras en el Nuevo Testamento para “vida”: “bios”, que se refiere a la vida natural; “psuque”, es la vida del alma, la vida intelectual; y “zoe” que es la vida divina. Cuando Jesús dice que si no bebemos su sangre no tenemos vida en nosotros, él usa la palabra “zoe” para “vida”. De este modo participamos de la vida de Cristo, esa vida divina, cuando tomamos la Eucaristía. La vida de Cristo, que es la vida de Dios, viene a ser parte de nosotros, de nuestro sistema, de nuestra sangre, de nuestro cuerpo, de nuestro ser. Nuestra vida eterna está en su sangre. Su sangre ocupa una categoría única.

Levítico 17 confirma que al tomar la sangre de Cristo estamos recibiendo su vida, y eso es lo que Dios quiso hacer en Cristo, darnos su vida, vida en abundancia, vida eterna, vida de Dios.      

 

         CUARTO: La ley levítica era una sombra de lo que había de venir, y Cristo es el cumplimiento de esa ley levítica. Hebreos 7:11-12 nos habla de un cambio de sacerdocio en Cristo, que implica necesariamente un cambio de ley. De este modo la ley levítica ha sido abolida. Piensen por un momento: si tuviésemos que obedecer Levítico 17 que manda no tomar sangre, asimismo tendríamos que ofrecer sacrificios de animales: corderos, palomas, y demás, como manda la ley levítica. En el nacimiento de un niño, por ejemplo,  los padres tendríamos que ofrecer un cordero y un palomino; o si los padres son pobres podrían ofrecer dos tórtolas o dos  palominos (Lev. 12:7-8).

         Ahora, bien, alguien puede decir “si la ley levítica fue cumplida en Cristo, y por tanto abolida, si ya no tenemos que someternos a ella ¿por qué se prohibe tomar sangre en el Nuevo Testamento, en Hechos 15:28-29?”. Recuerden en famoso concilio de Jerusalén del cual ya hemos hablado en anteriores charlas. ¿Cómo podemos responder a eso? Ese decreto del Concilio era temporal con el fin de guardar la paz y la harmonía en la convivencia entre los judíos y los gentiles. Los judaizantes decían que para ser cristianos había que guardar la ley levítica, que incluía el no tomar sangre, la necesidad de circumcidarse, un total de 613 preceptos que tenían que observar. La Iglesia declaró que esto era una herejía. Sin embargo, por respeto a la tradición judía de la cual surgió el cristianismo, la Iglesia estableció cuatro dogmas, tres de las cuales eran asuntos de disciplina por naturaleza, y el abstenerse de la sangre era uno de ellos.

         QUINTO: Si asumimos que ingerir sangre es contrario a la voluntad de Dios, entonces sería absurdo decir que Jesús mandó que tomásemos su sangre, incluso si hubiera dicho esto simbólicamente. Por ejemplo: Cuando yo estaba en el seminario hace años, unos compañeros míos pusieron un vídeo de Madona, la estrella de rock. No podía creer lo que veían ojos. Madona empezó a hacer todo tipo de movimientos obscenos, representando simbólicamente actos de inmoralidad sexual. Tal representación de aquella actividad sexual, aunque fuese simbólica, es inmoral en sí misma. Del mismo modo, si el ingerir sangre es inmoral y contrario a la voluntad de Dios, es inimaginable que Jesús usase tales términos de “beber su sangre”, aunque lo hiciese simbólicamente, pues el símbolo en sí sería una abominación a Dios Padre; el símbolo en sí sería tal inmoral como la misma realidad de lo que simboliza.

 

         SEXTO: Las palabras que Jesús utilizó en Juan 6 dan absoluta claridad de que él estaba hablando en sentido literal, y no alegórico.

         Primeramente, cuando Jesús dijo que teníamos que comer su cuerpo y beber su sangre, no hay ni sombra de duda que la gente que le escuchaba interpretó esto literalemente. Si vamos al versículo 52 vemos que la multitud decía “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”; estarían pensando que no estaba muy bien de la mente. Y en el vrs. 53 él no les aclaró nada, sino que insistió diciendo “de cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.” En el versículo 61 observamos que los dicípulos estaban murmurando sobre ésto, estarían hechos un auténtico lío… Se preguntarían si de verdad Jesús estaba en su sano juicio. Y Jesús lo reiteró de nuevo.

¿Por qué creen ustedes que la gente interpretó que Jesús estaba hablando en sentido literal?

         Si cualquier persona en nuestros tiempos dijese cosas semejantes a esas, nadie pensaría que estaría hablando en sentido literal. Uno tendría que estar chiflado para decir cosas así. ¿Por qué pensaron que su mensaje era literal? Es importante conocer que las palabras y frases que Jesús usó sobre el “comer carne y beber sangre” ya tenían significado simbólico en arameo. Recordemos que Jesús habló en arameo. En este idioma el  “comer carne y beber sangre” eran expresiones idiomáticas que significaban “perseguir” o “asaltar” a alguien. Ustedes pueden tomar el tiempo de buscar en la Biblia textos como: Salmo 27:1-2; Isaías 9:18-20; 49:26; Miqueas 3:3; II Samuel 23:15-17, e incluso en el Nuevo Testamento en Apocalipsis 17:6, 16… Hay más, pero estos son algunos ejemplos donde podemos observar que “comer carne y beber sangre” en sentido simbólico significaba “perseguir” o “asaltar”. Si Jesús hubiera hablado simbólicamente, el mensaje que habría transmitido sería “si no me perseguís ni me asaltáis no tenéis vida en vosotros”.  Por esta razón, los que oían a Jesús no tenían otra opción, sino interpretar su mensaje literalmente.

 

         SÉPTIMO:  Si Jesús hubiera hablado en sentido figurativo en Juan 6, debemos concluir que él fue entonces el peor maestro del que podamos tener noticia. ¿Por qué? Porque todos y cada uno de los que le escucharon pensaron que estaba hablando literalmente. En otros pasajes de los evangelios podemos observar que Jesús aclara las dudas de aquellos que preguntan con confusión por no haber comprendido bien su mensaje. Por ejemplo, vayamos a Juan 4:31-34. Jesús dijo “yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis”; los discípulos se decían “¿le habrá traído alguien de comer?” Cuando Jesús percibió que le estaban malinterpretando, ¿qué es lo que hizo? Les aclaró lo que quería decir. El les dijo: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra.

Cara B

         He aquí otro ejemplo: en Mateo 16:6-12, Jesús dice a sus discípulos “Guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos” Ellos no entendieron lo que Jesús quería decir; le interpretaron en sentido literal, pues ellos decían dentro de sí “esto es porque no trajimos pan”. Jesús una vez más les aclaró lo que él quiso decir. El versículo 12 dice:

 

  Entonces entendieron que no les había dicho que se guardasen de la levadura del pan, sino de la doctrina de los fariseos y de los saduceos.”

 

         También en Lucas 8:4-15: Aquí Jesús cuenta la parábola del sembrador a una gran multitud. ¿Recuerdan la parábola del sembrador?: Jesús cuenta que el sembrador salió a sembrar, y que parte de la semilla cayó junto al camino, y fue hollada, y las aves del cielo la comieron. Otra parte cayó sobre la piedra; y nacida, se secó, porque no tenía humedad. Otra parte cayó entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron. Y otra parte cayó en buena tierra y nació y llevó fruto a ciento por uno. Los discípulos no entendían, y le preguntaron el significado de esta parábola.

En los versículos del 11 al 15 Jesús les explica claramente lo que quería decir.

         El versículo 10 puede parecer confuso a primera vista. Fíjense lo que dijo Jesús a sus discípulos:

 

  A vosotros os es dado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.”

 

         Parece sorprendente que Jesús explicase únicamente a sus discípulos aquella parábola. ¿Estaba Jesús confundiendo a la multitud intencionadamente?  Para entender esto es importante saber que Jesús aquí estaba citando a Isaías 6:9, donde dice:

 

  Anda, y di a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis.”

 

         Cuando estudiamos el contexto del pasaje de Isaías vemos que Dios está tratando con Su pueblo rebelde que ha dado la espalda a Dios. Dios no les confundió, sino que ellos no podían ver la verdad por la dureza de su corazón. Ellos no buscaban a Dios, y no tenían el menor interés en conocer la Verdad. Ustedes pueden leer los capítulos 2, 3 y 5 de Isaías para entender mejor este contexto. Dios estaba tratando con un pueblo obstinado, pecador, rebelde a Dios. Dios envió profetas que les hablasen Su palabra, pero ellos les rechazaron. Su problema no era que no entendían la verdad, sino que en sus corazones estaban rechazando la verdad de Dios.

         Cuando entendemos este contexto nos damos cuenta de que Jesús no estaba confundiendo a la multitud intencionadamente en Mateo 16:10 al contarles la parábola del sembrador, sino que no entendían por la dureza de su corazón, por su rechazo de la verdad. Jesús clarificó está parábola a los que de verdad buscaban la verdad, o sea a quienes preguntaron, esto es: a sus discípulos.

         Volviendo a Juan 6, en el versículo 52, vemos que la gente estaba preguntando “¿cómo puede este hombre darnos a comer su carne?”. Si Jesús hubiera hablado simbólicamente él solamente hubiera tenido que decírselo, y el problema se habría resuelto. Aquí la gente quería saber, buscaban la verdad, se estaban esforzando por entender y seguir a Jesús. Esto es exactamente lo contrario al caso anterior. Aquí tenemos a auténticos discípulos, incluyendo a los mismos apóstoles, que de verdad se están esforzando en comprender las palabras de Cristo. En este sentido estarían diciendo “Señor, queremos creer; queremos entender; queremos seguirte… ¿qué quiere decir esto que dices?” Qué fácil hubiera sido para Jesús decirles “Esto que os digo es simbólico… lo que tendréis que hacer es una representación, como si estuvieseis comiendo mi cuerpo y bebiendo mi sangre, simbolizando que mi vida está entrando en vosotros…”. No sólo Jesús no respondió de ningún modo similar a éste, sino que en medio de la confusión de los discípulos, él insistió “De cierto, de cierto os digo…”: En el griego literalmente está diciendo “Amén, amén os digo”. En términos actuales esto significa “Así es, así es; lo habéis captado bien, o habéis captado bien”, y sigue “si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros… Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.”

         Los discípulos estaban disgustados, porque seguían sin comprender, aún después de haber preguntado. Jesús no les aclaró nada, sino que insistió en el hecho de que debían tomar su cuerpo y su sangre.

         La conclusión es que si Jesús no hubiera hablado en sentido literal, ya no sería sólo un mal maestro, sino un mentiroso. Pues habría estado engañando a este grupo de discípulos que estaban tratando de seguirle.

 Aun el mundo se ve forzado a reconocer que Jesús es el maestro más grande que ha caminado por esta tierra. Claro que él no fue un mal maestro, ni mucho menos un mentiroso.

         En el versículo 60 vemos que muchos de sus dicípulos dijeron: “Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?” Aún en el caso de que aceptemos que Jesús hubiera estado mal guiando o confundiendo a la multitud, cabría pensar que él habría clarificado su declaración tan controvertida a sus discípulos, como vimos en la parábola del sembrador. Sin embargo, fíjense en lo que les dijo Jesús en los versículos 61 y 62:

 

         ¿Esto os ofende?  ¿Pues qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero?

 

         Claro que Jesús no hablaba simbólicamente cuando mencionó “adonde estaba primero”. En esencia Jesús les estaba diciendo “Seguid conmigo, y veréis cosas increíbles… Si os parece increíble el que os de comer mi cuerpo, eso no es nada con las cosas que veréis. ¿y qué si os dijera que un día me veréis ascender al cielo e irme en las nubes?” En Hechos 1:9 leemos que los discípulos le vieron ascender al cielo. No, no estaba hablando simbólicamente cuando se refirió a “subir donde estaba primero”. Con tales palabras Jesús estaba reenforzando el hecho de que estaba hablando en sentido literal, no alegórico.

         Parece gracioso que los católicos estemos destacando la interpretación literal de estas Escrituras, mientras que los fundamentalistas lo “espiritualizan”, dando un valor simbólico. Normalmente los fundamentalistas presumen de creer en la interpretación literal de las Escrituras. Por ejemplo: Es interesante que los fundamentalistas toman literalmente los detalles que hablan acerca de la creación en Génesis, incluso los días de veinticuatro horas en los que Dios creó los cielos y la tierra. Eso sí que está fuera de toda lógica. Sin embargo, interpretan simbolicamente uno de los mensajes más transcendentales de nuestro Señor. Esto parece un tanto inconsistente.

 

         OCTAVO:  Continuando con el texto del evangelio de san Juan 6, en el versículo 63 dice:

  “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.”

 

         En base a esto, muchos protestantes dicen que Jesús estaba hablando espiritualmente, no literalmente, cuando se refiere a la Eucaristía. A mí me enseñaron que aquello que es espiritual, no es literal, sino simbólico. Así, pues, decir que algo es interpretado en sentido espiritual, significa que es simbólico. ¿Pueden ustedes mostrarme algún lugar en las Escrituras donde se enseña tal cosa?  En el Nuevo Testamento cuando se habla de lo espiritual conlleva la idea de ser más real que lo carnal. Los espíritus no son simbólicos, sino reales; así también cuando se habla de lo espiritual se habla de cosas reales, literales.  Por ejemplo, en Hebreos 1:14 se habla de “espíritus ministradores enviados para servir”. ¿Significa esto que los ángeles son simbólicos? Los ángeles son personas reales; esto es un dogma de la Iglesia Católica, que aún muchos protestantes creen.

         Vayamos a san Juan 4:24 donde se dice que “Dios es Espíritu”. ¿Significa eso que Dios es simbólico? . La idea de que lo espiritual y lo simbólico son sinónimos no se puede encontrar en ningún lugar del Nuevo Testamento.

         Además, asumiendo que Jesús clarificó su enseñanza sobre la Eucaristía en el versículo 63 queriendo decir que hablaba simbólicamente, entonces ¿me quieren decir ustedes por qué muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él, como se dice en el versículo 66?

         Si estos discípulos que le dejaron hubieran entendido que Jesús hablaba simbólicamente al decir las palabras del versículo 63, de ningún modo habrían dejado a Jesús. La razón que se volvieron atrás es porque pensaron que Jesús debía estar loco. Ellos siguieron interpretando a Jesús literalmente, aun después de oír las palabras del versículo 63.

         Cuando Jesús dijo “la carne para nada aprovecha”, él no se estaba refiriendo a su carne, pues él ya dijo que la vida eterna estaba en su carne. ¿Se imaginan ustedes que Jesús dijera que tenemos que comer su carne para tener vida eterna, y luego dijera que su carne no aprovecha para nada? Claro que Jesús no hablaba de su propia carne.

         San Pablo, en Romanos 8:5-14, habla de la carne que lucha contra el espíritu. ¿A qué se refiere aquí cuando habla de “la carne”? Se trata de todo el ser humano separado de la gracia de Dios; o sea, la naturaleza de pecado con la que hemos nacido. A este mismo concepto se refería Jesús. Lo que el decía básicamente en el versículo 63 es que los que son de la carne no podrían ver la verdad en cuanto a la Eucaristía, pues requiere fe sobrenatural. Y piensen ustedes en esto: ¿Cuánta fe sobrenatural se necesita para creer que la Santa Cena es vino y pan? Todo el énfasis de esta enseñanza es que Dios requiere fe sobrenatural; no podemos creer en la Eucaristía en lo natural, necesitamos fe sobrenatural. Nadie puede creer en el milagro de la Eucaristía, a menos que Dios le de una gracia especial y sobrenatural para poder creerlo. Por mucho que nos esforcemos no podemos creerlo sin la gracia de Dios.

         Vamos ahora al versículo 65, donde Jesús dice:

         “Ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre.”

         ¿Por qué dijo eso? El versículo 64 nos dice que había algunos que no creían a Jesús, que él sabía desde el principio quienes creían y quienes no. Por esta razón dijo Jesús que nadie podía venir a él, si no le fuera dado del Padre. El sabía que muchos no iban a creer su mensaje radical sobre la Eucaristía. En I Corintios 2:14 san Pablo dice:

  “El hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.”

 

         La doctrina sobre la Eucaristía es una locura a la mente humana separada de la gracia de Dios.

         Finalmente,  ¿creen ustedes que hay algunas palabras de Jesús que no sean espíritu y vida? No; todas eran espíritu y vida. ¿Significa eso que todos sus mensajes son simbólicos? No, ya hemos visto que no. ¿Se dan cuenta que no tiene sentido el decir que el mensaje sobre la Eucaristía es simbólico porque Jesús dijo que sus palabras son espíritu y vida?  Podemos decir con certeza que todas las palabras y enseñanzas de Jesús son espíritu y vida, pero no todas son simbólicas.

 

         NOVENO:  Si Jesús estuviese hablando simbólicamente en Juan 6, siendo su plan que recibiésemos un mero símbolo de su persona, entonces esta es la primera vez que nos encontramos en las Escrituras una figura del Antiguo Testamento que es superior a su cumplimiento en el Nuevo Testamento. Fíjense que Jesús dice en los versículos 31-35 que el maná del Antiguo Testamento era una figura que representaba la Comunión eucarística en el Nuevo Testamento. Según Exodo 16:4-14 este maná fue una provisión sobrenatural de Dios para su pueblo; se trataba de un auténtico milagro. Así, pues, si creemos en el mero simbolismo de la Eucaristía, estamos admitiendo que el cumplimiento de esta figura del antiguo pacto es menos glorioso y milagroso que la figura que lo representa.

 Recuerden Hebreos 10:1 que dice que las figuras del Antiguo Testamento son meras sombras de las realidades del Nuevo Testamento. ¿Cómo puede ser la sombra más milagrosa que el mismo objeto de donde procede la sombra?

 

         DÉCIMO:  Si la postura protestante sobre la Eucaristía es correcta, entonces al menos algún padre de la iglesia sabría de ella. ¿Qué creían los discípulos de los apóstoles? ¿Qué dice la historia de la Iglesia en cuanto a este punto? Al menos UNO se referiría a tal interpretación. Pero empecemos con una cita importante del apóstol san Pablo. En I Corintios 10:16 san Pablo dice:

  “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?”

 

         La palabra griega traducida por “comunión”, es “koinonia”, implicando la participación en el cuerpo y la sangre de Cristo. Luego en I Corintios 11:27-29 dice:

  “De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y como así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí.”

 

¿Les suena a ustedes esto a un lenguaje simbólico? Por supuesto que no.

         Podríamos mencionar muchísimas citas de los padres de la Iglesia, pero me referiré sólo a unas pocas aquí por falta de tiempo. Los padres de la Iglesia están unánimes en cuanto a la doctrina de la Eucaristía. No hay ni uno sólo en los primeros 800 años de cristianismo que negase la presencia real y física de Cristo en la Eucaristía; todo lo contrario, pues la afirmaban.

         San Ignacio de Antioquía fue ordenado por san Pedro, según Tertuliano, y sucedió a éste en aquella ciudad. El murió como mártir. Escribió en el año 107 d.c. en contra de los gnósticos, quienes negaban que Jesús hubiera tenido un cuerpo físico. He aquí una cita suya:

  “Tened cuidado de aquellos que tienen opiniones heterodoxas; ellos se abstienen de la Eucaristía y de la oración, porque no confiesan que la Eucaristía es la carne de nuestro Salvador Jesucristo, carne que sufrió por nuestros pecados, y que el Padre levantó de nuevo.”

 

         Vamos ahora a san Justino Mártir, quien escribió unos 43 años después, en su primera apología, defendiendo la fe cristiana; él dijo refiriéndose a la misa:

  “Nosotros llamamos a esta comida Eucaristía, pues no la recibimos como pan y vino comunes. Pues teniendo en cuenta que Jesucristo nuestro Salvador se encarnó por la Palabra de Dios, y que él tuvo carne y sangre para nuestra salvación, así, también, como se nos ha enseñado, la comida convertida en Eucaristía por la oración eucarística establecida por él, y por el cambio del cual nuestra sangre y carne se alimentan, es la carne y la sangre del mismo Jesucristo encarnado.”

         San Ireneo, el obispo de Lyon, escribió su famosa obra contra los gnósticos en el año 180 d.c., y dijo:

  “¿Qué consistencia hay en aquellos que dicen que el pan sobre el cual se ha dado gracias es el cuerpo de su Señor y que la copa es su sangre, si no reconocen que él es el Hijo del Creador del mundo?. De este modo - cuando la copa mezclada y el pan cocinado recibe la Palabra de Dios y se convierte en Eucaristía, el cuerpo de Cristo, y que por medio de éstos la substancia de nuestra carne crece y se apoya- ¿cómo pueden decir que la carne no puede recibir el don de la vida, que es la vida eterna, carne que se alimenta del cuerpo y la sangre del Señor?”

 

         San Ireneo está mostrando la inconsistencia de los gnósticos que creían en la Eucaristía, pero que al mismo tiempo negaban que Jesús se hubiese encarnado. La creencia de la Iglesia en la presencia real de Cristo en la Eucaristía es obvia.

 

         Ya concluyendo, me gustaría referirme a la oración de Jesús en el evangelio de san Juan capítulo 17:21, donde dice:

  “para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.”

 

         Alguien me dijo “Teniendo en cuenta que Jesús quiere que seamos uno como el Padre y él son uno, y para ello nos manda que comamos su cuerpo, ¿significa esto que él se come al Padre para ser uno con Él?” Debemos entender que nosotros no podemos ser uno con Jesús en el mismo sentido ontológico que Jesús es uno con el Padre. Tendríamos que ser dioses para ello. Lo que Jesús quiere decir es esto: que él nos llama a una relación íntima con él. La unidad radical de la Trinidad es un misterio. Padre, Hijo y Espíritu Santo son Uno en esencia, pero son tres personas distintas. En un sentido místico nosotros participamos en esa vida divina; no al mismo nivel que la Trinidad, porque no somos dioses, pero sí a participamos de esa unidad misteriosa y divina. Se trata de una unidad incomparable y maravillosa.

¿De qué manera más radical, incomparable y maravillosa puede Jesús entrar dentro de nosotros?  La Eucaristía es un medio revolucionario que Jesús usa para entrar en nosotros. El viene a ser parte de nosotros y nosotros de él, gozando de una intimidad indescriptible, maravillosa e inconcebible para la mente humana.

 

        

Website Builder