El esplendor de la verdad
Para conocer tu fe y la Iglesia que Cristo fundó
Comunión de los Santos

LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS

 

                Al tratar con el tema de la Comunión de los santos, o más concretamente con la práctica de pedir oración a los santos, muchos cristianos reaccionan en contra de esto, pues piensan que la Biblia lo prohibe, y se suele citar I de Timoteo 2:5, donde san Pablo dice:

  “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre.

 

         Muchos dicen “¿por qué se ora a los santos? ¿por qué se ora a María? ¿por qué se llama a María Mediatriz? ¿por qué se acepta que los santos pueden ser mediadores entre Dios y los hombres, si san Pablo dice claramente que sólo hay un mediador entre Dios y los hombres, el cual es Jesucristo? Los católicos se han desviado de la verdad que enseña la Biblia sobre este tema”

         Asimismo, se cita Hebreos 7:24-25 donde se dice que Jesucristo es nuestro único intercesor, quien vive siempre intercediendo por nosotros. Por esta razón muchos dicen “parece que Jesús no es suficiente para ustedes los católicos; parece que sus oraciones no son lo suficientemente poderosas, y por eso tienen ustedes que pedir a los santos que oren por ustedes. Ustedes acuden a otros mediadores en búsqueda de ayuda e intercesión.”

         ¿Cómo podemos responder a este mal entendido?

 

         Es necesario definir exactamente lo que quiere decir “la comunión de los santos”. El Catecismo de la Iglesia en el apartado 948 dice lo siguiente:

 

  “La expresión “comunión de los santos” tiene entonces dos significados estrechamente relacionados: “comunión en las cosas santas (sancta)” y “comunión entre las personas santas (sancti)”

 

         Al hablar de “cosas santas” se refiere a que tenemos comunión en los sacramentos, en los diversos dones que Dios ha derramado en su bondad y su gracia sobre su cuerpo, la Iglesia. Tenemos comunión en estas “cosas santas”, por medio de las cuales Dios nos comunica Su gracia y Su vida. De este modo podemos participar en la vida divina. Pero no sólo la comunión de los santos consiste en “cosas santas”, sino “entre las personas santas”.

 

         PRIMERO: Los cristianos somos un cuerpo:

En I Corintios 12:12-27 san Pablo dice así:

  “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque  por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato? Mas ahora Dios ha colocado los  miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso. Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo. Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios; y a aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a éstos vestimos más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro. Porque los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante  honor al que le faltaba, para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros. De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan. Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular.”

 

         En Romanos 12:4-5 Pablo dice la misma idea de que somos el cuerpo de Cristo, y miembros los unos de los otros. Este concepto es crucial para poder explicar y comprender lo que es la Comunión de los Santos.

         En Juan 17:21-22 Jesús ora al Padre para que los creyentes sean uno en él, así como el Padre y él son uno. En Juan 15:1-6 Jesús usa una analogía para describir la unidad del cuerpo de Cristo. Compara a los creyentes con ramas de una vid; La vid y las ramas están vitalmente unidas entre sí. Cada una de las ramas participa de la misma fuente de vida que es la vid. Si cortamos una rama, ésta se marchita y muere, pues ya no es parte vital de la vid. Del mismo modo si cortamos un dedo de nuestra mano, al perder su unión vital con el resto del cuerpo, éste muere. En el cuerpo de Cristo somos parte integral los unos de los otros, estamos vitalmente unidos en Cristo Jesús. En esto se basa la enseñanza de la Comunión de los Santos. Yo me crié con ese concepto erroneo que podemos llamar la teología de “yo y Jesús”: “Todo lo que necesito es a Jesús. No necesito ninguna iglesia ni jerrarquía de ninguna clase. Todo lo que necesito es a Jesús.” Este tipo de teología es radicalmente opuesta a lo que acabamos de leer y comentar sobre el concepto de cuerpo de Cristo. San Pablo dijo “Puede la cabeza decir a los otros miembros “no tengo necesidad de vosotros”?” Claro que no es correcto decir que todo lo que necesitamos es a Jesús, pues nos necesitamos unos a otros en el cuerpo de Cristo. Estamos íntimamente ligados unos a otros. Para funcionar bien debemos estar sujetos unos a otros. Cada uno tiene dones diferentes. Cuando hablamos de la cabeza, entendemos que todos los miembros debemos estar en sujección a ella, siendo esa cabeza visible el papa. Imaginenese que un miembro, por ejemplo un dedo, dijese “yo no voy a someterme a la cabeza; yo voy a hacer lo que bien me parezca”. Desafortunadamente tal miembro dejaría de ser parte del cuerpo. Sería como aquel dedo que es cortado de la mano. Ya no sería parte del cuerpo, y su destino es marchitarse y morir separado del cuerpo. Eso ha estado pasando por dos mil años con cada secta, sea 26.000 denominaciones o cualquier grupo que pretende saber más que el papa. Cuando se separan del cuerpo comienza el proceso de descomposición y muerte. Ese proceso puede durar quinientos años, pero en el momento que se separaron comenzaron a descomponerse y a desintegrarse. ¡Qué regalo nos ha dado Dios al darnos la Iglesia!, ¡Qué regalo ser Iglesia! ¡ser parte de la Iglesia! De esto se trata todo el concepto de la Comunión de los Santos. Estamos vitalmente unidos unos a otros. San Pablo antes de su conversión era Saulo; él perseguía a los cristianos, hasta que tuvo aquella revelación personal de Cristo en el camino de Damasco. Jesús le dijo “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Fíjense que Jesús no le dijo “Saulo, Saulo, ¿por qué persigues a los cristianos?”. Perseguir a los cristianos era perseguir a Cristo mismo. Cristo y la Iglesia son uno. Como creyentes en Cristo permanecemos en unión vital con Cristo y los unos con los otros.

         En Mateo 25:40 Jesús dice:

  “En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.”

 

         Una vez más Jesús destaca la unidad del cuerpo. Todo lo que se haga a nuestra mano, nos lo hacen a nosotros, pues la mano es parte de nosotros. Así, también, en relación con Cristo y su Iglesia.

         Una vez que hemos comprendido ese concepto de la unidad íntima y vital del cuerpo de Cristo, entonces es sumamente importante que entendamos que la muerte no nos separa; quiero decir que continuamos unidos en Cristo con aquellos que son parte vital del Cuerpo de Cristo. El concepto protestante es que cuando un cristiano muere, ya no tiene ni parte ni suerte con nosotros los que quedamos vivos; sencillamente se fueron; es como que dejaron de ser parte vital nuestra, como si ya no fuesen miembros del cuerpo de Cristo. Se asume que están con Cristo, pero ya no tienen nada que ver con Su Cuerpo, nosotros los que quedamos en la tierra. Quedamos totalmente incomunicados con ellos. Yo preguntaría ¿Dónde dice la Biblia que hay una separación del cuerpo de Cristo cuando un hermano en la fe muere? Sin embargo, la pregunta que los protestantes harían es “¿Dónde encuentran ustedes en la Biblia que no hay separación de la comunión con el Cuerpo de Cristo después de la muerte? San Pablo dice en Romanos 8:35-39:

  “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? … Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.”

 

         Algunos pueden pensar: “En ese pasaje se habla de que la muerte no nos puede separar del amor de Dios en Cristo, lo cual no implica necesariamente que no nos separe los unos de los otros.        

         Retrocedamos, pues, a Romanos 8:1 que dice “No hay ninguna condenación para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”. Y continúa describiendo a los creyentes, y la vida tenemos ahora en la carne, la cual vivimos en la fe del Hijo de Dios. No está hablando sólamente de la relación que tenemos con Dios, sino de la relación que tenemos unos con otros. ¿Cree usted que cuando usted muera dejará de ser un miembro del Cuerpo de Cristo? Incluso la muerte no tiene poder de separarnos del Cuerpo de Cristo.

         Asimismo, la Biblia nos manda que oremos unos por otros. ¿Creen ustedes que cuando mueran ya no tendrán que amar ni interceder por otros? ¿Creen que ya no es relevante el mandamiento de “llevar las cargas los unos de los otros”?

         Si se fijan se darán cuenta de que cuando Pablo habla de que nada nos puede separar del amor de Dios en Cristo -mencionando el sufrimiento, la persecución, la muerte, etc.- su implicación no es sólo que no puede nada separarnos, sino que nos une aún más a Cristo. Romanos 8:13-18 dice:

 

  “Porque si vivís conforme a la carne, moriréis;  mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no nos comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.”

 

         Pablo estaba escribiendo a cristianos que estaban sufriendo persecución; muchos de ellos estaban muriendo por su fe. Aquí Pablo implica que los padecimientos que estaban sufriendo, incluyendo la muerte de muchos, no sólo no era un obstáculo a su intimidad con Cristo, sino todo lo contrario, pues les acercaba más a Cristo. Dice “si padecemos juntamente con él para que juntamente con él seamos glorificados”. El sufrimiento y la muerte les acercaría incluso más a El. Es en este contexto que dice un poco más tarde “¿Quién nos separará del amor de Cristo?… ni la muerte…” Así, pues, la muerte nos lleva más cerca de Jesús que cuando vivimos en la tierra. De esto se deduce por lógica que al estar más cerca de Cristo estamos más cerca de su cuerpo, los miembros de Cristo. No se puede estar más cerca de la cabeza sin estar más cerca del cuerpo. Esto es un concepto bíblico sencillo. Cuando nuestros hermanos en Cristo mueren están más cerca de Cristo y sus oraciones son mucho más poderosas.

         Santiago 5:16 dice:

         “Orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.”

 

         Santiago manda que oremos unos por otros. Así, también, Pablo en Colosenses 1:1-4 y en II Timoteo 1:1-3 entre otros. Las oraciones de aquellos que están más cerca de Cristo - los que han partido con él - pueden mucho, como diría Santiago.

 

         SEGUNDO: La naturaleza de la intercesión.

         Muchos insistirían que la Biblia dice que hay un sólo Mediador o intercesor entre Dios y los hombres, que es Jesucristo.

 Ahora, bien, como cristianos estamos llamados a ser intercesores, la Biblia nos manda orar unos por otros, “por todos los santos”, ¿Significa eso que cuando intercedemos por otros estamos usurpando la posición de Cristo?. No, sino que estamos participando en su mediación e intercesión. Somos co-mediadores o co-intercesores junto con Cristo. Recordemos lo que ya hablamos en la primera charla sobre cómo Jesús es el unico fundamento de la Iglesia; sin embargo, la Biblia también dice que los apóstoles son el fundamento de la Iglesia; Jesús es la Roca, pero Pedro es la Roca  (también lo es Abraham en el Antiguo Testamento). Jesús es el único Pastor y Obispo de nuestras almas, pero tenemos muchos pastores y obispos según la Biblia; Jesús dijo que no debemos llamar a nadie padre en la tierra, pues Dios sólo es nuestro Padre, pero tenemos  muchos padres biológicos y espirituales, y dimos evidencia bíblica de esto: por ejemplo, cuando el mismo Jesús llamó a Abraham Padre Abraham, y las citas de san Pablo, san Esteban, san Juan, etc..

Asimismo Jesús dijo que no llamásemos a nadie maestro, pues uno es nuestro Maestro, sin embargo Efesios dice que este es uno de los ministerios de la Iglesia, y se llama maestros a los que ejercen tal ministerio de enseñanza (Recuerden la necesidad de entender estas palabras de Jesús en su contexto que ya vimos). También se dice que Jesús es nuestro único Juez (Juan 5:27 y Romanos 14:10), sin embargo se llama jueces a los líderes de la Iglesia (Lucas 22:30-31); I Corintios 6:2-3 dice que los cristianos vamos a juzgar a los ángeles. Sabemos que Dios es el Creador de todo; sin embargo en el matrimonio los esposos cooperan con Dios en la creación de seres humanos. La Biblia dice que Dios es nuestro Sanador, sin embargo la sanidad es uno de los dones del Espíritu Santo, y, por tanto, tenemos sanadores. También cuando pensamos en la sanidad del alma, en el ministerio de la reconciliación: la confesión y absolución de los pecados es un ministerio de la Iglesia dado por Cristo, pero Cristo es el único Perdonador y Restaurador del alma.

         Concluímos, pues, en que Dios en Cristo es el único fundamento de la Iglesia, la única Roca, el único Pastor, el único Padre, el único Maestro, él único Juez, el único Creador, el único Sanador, el único Perdonador. Sin embargo, todos los cristianos en general, y algunos entre ellos a nivel vocacional especial, somos llamados a participar en todos estos aspectos de la Persona y la Obra de Dios, mediante los dones que ha derramado en su Iglesia, que es su Cuerpo: Naturalmente que es Cristo el que pastorea, el que enseña, el que juzga, el que sana, el que perdona, etc., pero lo hace a través de su cuerpo, su Iglesia, los cristianos, que participamos de su naturaleza divina, aunque no somos Dios. Del mismo modo,  Cristo es el único Mediador entre Dios y los hombres, pero todos somos co-mediadores con Cristo, pues participamos de su mediación.

         Ahora vamos a ver algunos pasajes importantes sobre la influencia poderosa de la intercesión en el Antiguo Testamento. Por ejemplo en Génesis 18:23-28, cuando Abraham intercede por Sodoma y Gomorra. Su sobrino Lot se hallaba en peligro de muerte, y Abraham pregunta a Dios “¿Destruirás también al justo con el impío?” . Tal vez habría 50 justos, 40, 30, 20 o tan siquiera 10 justos. Dios le dijo que si hubiese tan siquiera diez justos no destruiría las ciudades. Unos pocos justos pueden salvar de la muerte eterna a una multitud. Esto se puede aplicar a la Comunión de los Santos. La intercesión de aquellos que están cerca de Dios es poderosa y puede librar de la muerte eterna a multitudes. El poder de la oración es real. Dios no dijo - como Calvino diría - “no importa lo que digáis, yo voy a hacer lo que voy a hacer, ya está bien decidido.” La idea Calvinista es que Dios es tan soberano que va a llevar a cabo sus planes sin que nuestras opiniones o peticiones cambien para nada lo El ha determinado de antemano. Si esto fuese así, Dios nos estaría tomando el pelo, se estaría burlando de nosotros, pues por un lado nos dice que intercedamos y por otro no importa lo que  pidamos, pues Él va a llevar a cabo sus proyectos predeterminados, sin que nuestra intercesión afecte para nada su parecer y proceder. ¿Para que molestarse en interceder si Dios va a hacer lo que quiera sin que mis peticiones tengan  resultado alguno? En la intercesión de Abraham vemos que Dios escucha y considera lo que pide Abraham.

         En Exodo 17:11-12 vemos como Moisés intercede por el pueblo que está luchando contra los Amalequitas. Cuando Moisés intercedía ante Dios con los brazos en alto, los Israelitas prevalecían en la batalla. Moisés se cansaba de levantar sus blazos tanto tiempo, y cuando bajaba sus brazos por cansancio los Amalequitas prevalecían sobre Israel. Pusieron rocas debajo de sus brazos para que se apoyase. Finalmente Aarón y Hur sostenían los brazos de Moisés para que él puediera seguir intercediendo. Esta es una imagen preciosa del valor de la oración de intercesión. En Hebreos 12:12 se hace referencia a este texto, cuando dice:

“Levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas; y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado.”

 

         Aarón y Hur apoyando a Moisés en la intercesión conseguirían la victoria del pueblo de Dios. Debemos guardar imágenes como ésta en nuestra mente cuando hablamos de la Comunión de los Santos.

Job 42:7-9 dice:

“Y aconteció que después que habló el Señor estas palabras a Job, el Señor dijo a Elifaz temanita: Mi ira se encendió contra ti y tus dos compañeros; porque no habéis hablado de mí lo recto, como mi siervo Job. Ahora, pues, tomaos siete becerros y siete carneros, e id a mi siervo Job, y ofreced holocausto por vosotros, y mi siervo Job orará por vosotros; porque de cierto a él atenderé para no trataros afrentosamente, por cuanto no habéis hablado de mí con rectitud, como mi siervo Job. Fueron, pues, Elifaz temanita, Bildad suhita y Zofar naamitita, e hicieron como el Señor les dijo; y el Señor aceptó la oración de Job.”

 

         Fíjense que los tres amigos de Job hicieron sacrificio, pero ¿qué oraciónes fueron aceptadas? Las de Job. Estos tres amigos de Job fueron librados del castigo de Dios, por la intercesión de Job. La Comunión de los Santos se trata de esto mismo. Nuestra intercesión influye grandemente a los demás. Estamos involucrados en la salvación los unos de los otros. Esto está radicalmente en contra de las enseñanzas del calvinismo. Esto no está en contra de que Jesús sea el único Mediador.

Somos co-intercesores con Cristo, incluso cuando partamos de esta vida terrenal, y estemos así más cerca de él.

También en Job 1:3-5 vemos que Job ofrecía holocaustos por sus hijos, por si tal vez hubieran pecado; se dice que Job santificaba a sus hijos. Una vez más se ve como lo que uno hace afecta a los demás. Esto es otra imagen que nos habla de lo que es la Comunión de los Santos.

         Recuerdo que estando en la Marina, yo era responsable en cierta ocasión de la compañía de saldados. Mi superior se dio cuenta de que yo cometí cierta imprudencia. Él vino gritando a toda la compañía de soldados e hizo que todos se levantaran de la cama a las cuatro de la madrigada, y que salieramos fuera a hacer ejercicios como castigo. Toda la compañía pagó por mi error. Estas situaciones se dan con frecuencia en el ejército. Nos sirve como ilustración para referirnos a la Comunión de los Santos. Todo lo que hacemos, sea bueno o malo, afecta a todos los demás.

Esto está muy lejos de “la teología de Jesús y yo”. En II Corintios 1:4-7 Pablo dice:

  “Pero si somos atribulados, es para vuestra consolación y salvación; o si somos consolados, es para vuestra consolación y salvación, la cual se opera en el sufrir las mismas aflicciones que nosotros también padecemos.”

 

         Volviendo al tema del ejército: cuando hay una guerra, el fallo de uno puede costar la vida al compañero. Imaginense a un grupo de soldados camuflados para ocultarse del fuego enemigo. Cada uno debe estar completamente quieto, aunque vean a una serpiente venenosa que se acerca. ¿Por qué? Por que el movimiento de uno puede causar la muerte de todo el grupo. Como Iglesia somos el ejército de Dios; estamos involucrados en una batalla cósmica y celestial, y todo lo que hacemos contribulle a la victoria o la derrota de los demás, pues somos uno. Cuando somos fieles en nuestro caminar con Cristo, cuando participamos del sacrificio de la misa, de la Eucaristía, no sólo estamos recibiendo nosotros gracia de Dios, sino que estamos influyendo positivamente al resto del cuerpo de Cristo.

         Para obtener victoria, sanidad, salvación o cualquier otro don de Dios tenemos que cooperar con la gracia de Dios. No es una herejía decir que tenemos que salvar nuestras propias almas - claro que no podemos hacer eso separados de la gracia de Dios, pues es el poder de Dios obrando en nosotros- Pero nosotros cooperamos con la gracia de Dios, y en tanto que cooperamos con Su gracia salvamos nuestra propias almas y las de otros. Por eso Pablo dice en I Timoteo 4:16:

  “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren.”

 

         Aunque les parezca mentira a muchos no-católicos, esto también es Palabra de Dios; está en la Biblia. Muchos dirían “¡eso es una blasfemia!”. No; se trata de san Pablo, el cual era obviamente católico. El no tenía ningún problema al decir que podemos salvar nuestra alma y las de los demás. Esta claro que no sería Timoteo sólo quien salvaría su alma y las almas de los que le oyeren. Timoteo debía cooperar con la gracia de Dios. Cuando nosotros cooperamos con la gracia de Dios salvamos nuestra alma y las de otros.

         ¿Creen ustedes que Dios elegió este sistema de llevar a cabo sus planes porque no tenía poder para hacerlo solo, y necesitaba nuestra ayuda? Por supuesto que no. Dios no lo está haciendo así, porque no encuentre ninguna otra manera de hacerlo. Dios podría hacerlo solo; Él podría predicar solo y sin ayuda de ningún predicador, pero Dios no es así de individualista. Dios es nuestro Padre, y, como tal, Él quiere enseñar a sus hijos. Un hombre quería enseñar a usar el cortacesped a su hijo pequeño. Era cómico ver a aquel pequeño empujar junto con su padre aquel contacesped; se desviaba para todas partes. El padre podría haberlo hecho solo y habría ahorrado mucho tiempo y esfuerzo; pero prefirió hacerlo de este modo para que su hijo aprendiera. Así es Dios nuestro Padre. El podría realizar sus planes solo, pero ha decidido enseñarnos, hacerlo con nosotros, aunque esto le tome más tiempo y esfuerzo. De hecho es una forma menos eficiente de hacer las cosas; pero lo hace así por amor, reflejando así su carácter de Padre. Nuestro Padre quiere que aprendamos a amar de la forma que Él ama, y eso lleva mucho tiempo y esfuerzo. Si como hijos continuamos cooperando con él, llegará el día en que seremos completos en él.

 

         TERCERO: I Juan 2:1 dice:

  “Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo.”

 

         Muchos dicen: “Si Jesucristo es nuestro Abogado ¿por qué no vamos a él directamente? ¿por qué ir a hombres? ¿Es que las oraciones e intercesión de Cristo no son suficientes? ¿Es que Cristo no tiene suficiente poder para ayudarnos?  ¿por qué orar a los santos en busca de ayuda?

         La respuesta es que oramos a los santos porque la Escritura nos lo manda. Para poder entender sin desviarnos el significado de I Timoteo 2:5 que nos habla de que Jesús es nuestro único mediador entre Dios y los hombres, debemos mirar los versículos anteriores que dicen:

  “Ante todo recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad.”

         En el Nuevo Testamento griego el hacer plegarias o interceder y el mediar son términos sinónimos. Así, pues, san Pablo nos manda que intercedamos o, lo que es los mismo, que hagamos de mediadores entre Dios y los hombres; y dice esto justo antes de decir que Jesucristo es el único Mediador entre Dios y los hombres. ¿Es que Pablo está enseñando dos ideas contradictorias en tan sólo cinco versículos? Recordemos Santiago 5:16 donde se dice que debemos orar los unos por los otros para ser sanados, o sea que también debemos hacer de mediadores entre Dios y los hermanos en Cristo. En Mateo 18:19 se dice que hay poder en nuestra intercesión cuando hay dos o tres cristianos orando. Hay mucho poder en la intercesión unida, cuando hay más de uno. En Hebreos 12, que ya citamos antes, se nos dice que debemos alzar nuestras manos en intercesión, recordándonos, así, de Moisés cuando el pueblo luchaba contra los Amalequitas. Es vital que oremos unos por otros. El texto de Hebreos 12 sigue diciendo:

  “Produrad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Poned cuidado en que nadie se vea privado de la gracia de Dios; en que ninguna raíz amarga retoñe ni os turbe y por ella llegue a contaminarse la comunidad. Que no haya ningún fornicario o impío como Esaú, que por una comida vendió su primogenitura. Ya sabéis cómo luego quiso heredar la bendición; pero fue rechazado y no logró un cambio de parecer, aunque lo procuró con lágrimas.”

 

         Este es el contexto del levantar las manos en intercesión unos por otros entre los cristianos. Recordemos también Hebreos 11, donde Pablo menciona toda una lista de personajes bíblicos que vivieron por fe, y al llegar al versículo 1 del capítulo 12 dice:

  “Por tanto, también nosotros, teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone.”

 

         Esa nube de testigos son aquellos que están en el cielo presenciendo nuestra carrera, todos aquellos que vivieron por fe, y que Pablo menciona en el capíritu 11. Estos son los santos que “tenemos en torno nuestro” y que son medio de ánimo para nosotros para que corramos con fortaleza la prueba o carrera que tenemos por delante. En ese contexto el autor de Hebreos nos anima a orar los unos por los otros.

Más adelante Pablo establece un paralelo entre la iglesia del Antiguo Testamento y la del Nuevo Testamento. Si se dan cuenta, en la primera parte menciona todos aquellos personajes del Antiguo Testamento, luego en el versículo 18 dice:

  “Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar, y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad, al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más,”

 

         O sea que Pablo les está diciendo “vosotros no habéis visto esa manifestaciòn poderosa de la que leemos en Exodo:20, cuando Moisés sube al monte, y Dios se le aparece.” En el versículo 22 dice:

  “sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles.”

 

         ¿Cómo nos acercamos a la Jerusalén celestial? ¿De qué está hablando? Está hablando de la Iglesia. Y sigue el versículo 23 diciendo:

  “os habéis acercado … a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos,”

 

         ¿Quiénes creen ustedes que son esos espíritus de los justos hechos perfectos? Los santos en el cielo. Así que cuando venimos a la iglesia venimos también a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios…, a los espíritus de los perfeccionados que están en los cielos. Y sigue añadiendo en el versículo 24:

  “Os habéis acercado … a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.”

 

         Fijemonos que cuando nos acercamos a la Iglesia nos acercamos a la congregación de los santos hechos perfectos, y a Jesús; están en la misma lista. Según el autor de Hebreos entramos en comunión con los santos del mismo modo que entramos en comunión con Jesús.  Muchos insistirían diciendo: “¿Por qué no ir directamente a Dios?”. Respuesta: ¿Por qué pedir oración a cualquier hermano de la iglesia? ¿Se podrá Dios celoso cuando hacemos de mediadores unos por otros? Hay más poder cuando más gente intercede, y la oración de los ya perfeccionados pueden mucho. Este modelo ha sido escogido por Dios mismo; así, pues, Él no se enfada de que mediemos unos por otros, todo lo contrario.

          Exodo 32:7-14 nos habla de la poderosa intercesión de Moisés por el pueblo que había caído en pecado de idolatría, después de que Dios había dado Su ley a Moisés. Dios ya determinó eleminar al pueblo, pero Moisés intercedió de tal modo que dice el pasaje que “Dios renunció a lanzar el mal con que había amenazado a su pueblo.”

         Asimismo tenemos un ejemplo muy poderoso de la intercesión en el Nuevo Testamento. En Juan 2:1-5, en el famoso pasaje de las Bodas de Caná de Galilea, cuando se quedaron sin vino. María intercedió pidiendo a Jesús que hiciera un milagro. Se deja claro en el pasaje que Jesús no tenía ninguna intención de intervenir, pero lo hizo por la mediación de su madre María. Ella es el ejemplo de ejemplos en la comunión de los santos.

         Tenemos una gran responsabilidad en la comunión de los santos de interceder unos por otros, y por aquellos que están fuera, que están perdidos espiritualmente. Con nuestra intercesión, cooperando con la gracia de Dios, cooperando con el único Mediador, podemos salvar almas, como ya vimos antes.  San Pablo dice en I Corintios 9:22 dice:

  “Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos.”

 

         Estamos llamados a ser la causa instrumental de la salvación de muchos: entre nuestra propia familia, quizás alguno que se ha extraviado o que ha dejado la iglesia; quizás alguien que no ha conocido al Señor, que nunca ha sido bautizado; quizás alguien en el trabajo al que no sabemos cómo hablarle de Dios, pero que necesita que le prediquemos y que intercedamos por él o ella. Tal vez usted sea la única fuente de salvación de alguien con el que usted se realaciona; y Dios le ha puesto a usted para conducir a la salvación a tal persona. ¡Qué responsabilidad tan tremenda tenemos!.

 

                   CUARTO: ¿Es cierto lo que muchos dicen de que los católicos adoramos a los santos? ¿Les adoramos cuando oramos a ellos?  ¿Les adoramos cuando les rendimos homenaje u honramos? La respuesta es: ¡No!. Es igual que cuando un hermano protestante pide oración a otro hermano. ¿Adoramos a los hermanos cuando les pedimos que oren por nosotros?  Claro que no.

         Debemos distinguir entre los términos “adoración” (latria) y “veneración” (dulia). En el concilio de Nicea del año 787 se hizo esta distinción de forma clara. “Latria” es la adoración que sólo se debe dar a Dios. “Dulia” es el honor que debemos darnos unos a otros. Teniendo en cuenta que hay diferentes posiciones en el cuerpo de Cristo, honramos a los miembros según su posición. I Timoteo 5:17 dice:

  “Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar.”

 

         También en I Tesalonicenses 5:13 Pablo dice algo similar. En I Corintios 12:12-27, lo cual ya citamos anteriormente, Pablo dice que hay miembros diferentes en el cuerpo de Cristo; algunos son más gloriosos que otros. Dice que los más débiles en el mundo son más gloriosos delante de Dios. Los más humildes, aquellos que Dios usa grandemente, son dignos de gran honor ante Dios y su Iglesia.

         ¿Y qué podemos decir en cuanto a arrodillarse ante la representación de un santo? En el libro titulado “Los amigos de Dios son mis amigos” escrito por Patrick Madrid, se recuerda  que Josué se arrodilló y rindió homenaje a un ángel, pero no cometió pecado por ello (Josué 5:14). Rut se arrodilló ante Booz (Rut 2:8-10); claro que no le estaba adorando. También Lot se arrodilló ante aquellos ángeles en Génesis 19:1. David asimismo rindió homenaje al rey Saúl postrándose ante él (I Sam. 24:8). Betsabé y Natán el profeta se postraron ante el rey David (I Reyes 1:16, 25). En Apocalipsis 3:8-9 Jesús dice:

  “Conozco tu conducta: mira que he abierto ante ti una puerta que nadie puede cerrar, porque, aunque tienes poco poder, has guardado mi Palabra y no has renegado de mi nombre. Mira que te voy a entregar algunos de la Sinagoga de Satanás, de los que se proclaman judíos y no lo son, sino que mienten; yo haré que vayan a postrarse delante de tus pies, para que sepan que yo te he amado.”

        

¿Está Jesús fomentando la idolatría en este pasaje?  Pues la Escritura dice que no debemos arrodillarnos ante nadie, sino sólo ante Dios -muchos dirían-. La Escritura dice que debemos honrarnos unos a otros.

He aquí dos razones básicas por las que honramos a los santos en el cuerpo de Cristo: 1) por su oficio, 2) por su santidad. Ya mencionamos que los sacerdotes o ancianos son dignos de doble honor; esto nos habla del oficio. ¿Y qué en cuanto a la santidad? ¿Pueden pensar en algún ejemplo? Hay muchos en las Escrituras. Pensemos en la bendita Madre María. En Lucas 1:48-49 María dice: “Todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque el Todopoderoso ha hecho grandes cosas en mi.”

Por su santidad, por llevar al Santísimo dentro de ella, por cooperar con la salvación del mundo, por su disposición y obediencia, María sería honrada grandemente por todas las generaciones.

 

         QUINTO: “Pero ¿cómo puede María o cualquier santo en el cielo oir las voces de miles de personas que oran a ellos al mismo tiempo? Nos imaginamos que tienen mentes finitas como nosotros aquí en la tierra. Vamos a responder a esto: 1) Los santos habitan en la eternidad, el tiempo no existe para ellos: A María no le toma tiempo contestar oraciones; de hecho nada de lo que hace la toma tiempo. 2) Imaginemos que hubiese cien mil millones de personas orando a María al mismo tiempo, ese no es un número infinito, sino finito; así que no requiere poder infinito. Algunos dirían que sólo Dios tiene poder infinito, así, pues, sólo Él puede contestar esas oraciones; sin embargo no es necesario tener poder infinito para ello. Piensen en lo pequeñísimo que es el planeta tierra comparado con todo el universo. 3) La Biblia dice que los cristianos seremos semejantes a Cristo. I Juan 3:2 dice:

  “Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es.”

 

         En I Corintios 2:9 san Pablo dice:

  “Más bien, como dice la Escritura, anunciamos: lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, es lo que Dios preparó para los que le aman.”

 

         Cuando lleguemos al cielo tendremos más poder del que podamos tan siquiera imaginar. Si hace cien años usted hubiera vivido en esta tierra y hubiese dicho “Dentro de cien años la gente podrá hablar desde la tierra a hombres que caminarán por la luna. Habrá comunicación directa con Rusia, Francia, Canadá, y todos al mismo tiempo.” Seguro que  nadie le hubiera creído; le hubieran tomado por loco. Si la tecnología nos ha permitido hacer eso, cuánto más al estar en la presencia de Dios en unión con Cristo tendremos capacidades que van más allá de toda imaginación humana.

 

         SEXTO:  En I Reyes 8:39 (también II Crónicas 6:30) se dice:

  “Escucha tú desde los cielos, lugar de tu morada, perdona y da a cada uno según sus caminos, pues tú conoces su corazón y sólo tú conoces el corazón de todos los hijos de los hombres.”

        

         En Apocalipsis 2:23 Jesús dice:

  “Así sabrán todas las iglesias que yo soy el que sondea la mente y el corazón; y os daré a cada uno según vuestras obras.”

 

         Muchos piensan: “Dios conoce los pensamientos más íntimos, así como nuestras intenciones. Claro que este es un atributo de Dios, no de los hombres, incluso cuando estén en Su presencia después de la muerte física.”

Sí; sólo Dios conoce perfectamente los corazones de los hombres. Lo mismo se puede decir de cualquier atributo de Dios, por ejemplo el amor: sólo Dios ama absoluta y perfectamente; nosotros sólo amamos en la medida en que participamos de Dios. Dios es la Razón, nosotros razonamos en tanto y cuanto participamos de la Razón de Dios, por estar hechos a su imagen y semejanza. Por la gracia de Dios participamos de los atributos de Dios. Por ejemplo, al pensar en los dones del Espíritu, el don de discernimiento de espíritus, incluso en esta tierra: Dios capacita a sus santos para discernir lo que hay en las mentes y el corazón de otros. San Juan de Vieni cuando servía a Dios en el ministerio de la Reconciliación, había gente que venía a él a confesar sus pecados, y en ocasiones cuando parecía que la persona había terminado, san Juan de Vieni decía: “No, usted no ha terminado aún.”. Dios le revelaba qué había más pecados no confesados. Por medio del don de gracia podía ver lo que había en las almas. En Lucas 15:7-10 -que trata de las parábolas de la oveja perdida, la moneda perdida y del hijo perdido o pródigo-  Jesús dijo que los santos (vrs. 7) y que los ángeles (vrs. 10) se regocijan cuando un pecador se arrepiente. Teniendo en cuenta que el verdadero arrepentimiento toma lugar en el corazón ¿cómo pueden regocijarse los santos y los ángeles del cielo? ¿cómo pueden saber que se produce un arrepentimiento genuíno? Dios les ha concedido la capacidad de poder ver dentro del corazón de los hombres. Así es cómo los santos en el cielo pueden contestar nuestras oraciones, pueden ver nuestras necesidades, pueden oirnos, etc. En Apocalipsis 5:1-8 se dice los santos en el cielo toman las oraciones, representadas por el incienso, y las llevan al trono de Dios, y Dios responde a esas oraciones de los santos. En Apocalipsis 6:9-10 vemos lo mismo en relación con los mártires. En 8:1-5 vemos lo mismo con los ángeles. Si tuviésemos más tiempo entraríamos en más detalle. Pero esto es un resumen de lo que significa la Comunión de los Santos.

 

Y ya concluyendo, me referiré a  Mateo 17:1-3 dónde podemos ver a Jesús conversando con Elías y Moisés, o sea conversando con dos de los santos del Antiguo Testamento que ya partieron para el cielo hacía muchos años. Algunos podrían decir “pero Elías no murió, sino que fue arrebatado al cielo por el Señor; y es cierto, pero ¿qué de Moisés? En Exodo 34 dice que Moisés murió. El estaba conversando con Jesús y con Elías. Moisés estaba bien vivo, aunque había muerto hacía muchísimos años. Como el mismo Jesús dijo en Lucas 20:38 “Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues todos viven para Él.”

 

 

 

 

 

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